
Sabores de nuestra historia: la cocina en la Península Ibérica antes de Roma
¿Qué cocinaban los pueblos que vivieron en España antes de que llegaran los romanos?
Cuando pensamos en historia de la cocina, es fácil que lo primero que nos venga a la mente sean banquetes romanos, especias árabes o dulces conventuales. Pero mucho antes de todo eso, los antiguos pueblos que habitaron la península ya cocinaban, conservaban, compartían y ritualizaban la comida.
Sabores de nuestra historia: la cocina en la Península Ibérica antes de Roma
¿Qué cocinaban los pueblos que vivieron en España antes de que llegaran los romanos?
Cuando pensamos en historia de la cocina, es fácil que lo primero que nos venga a la mente sean banquetes romanos, especias árabes o dulces conventuales. Pero mucho antes de todo eso, los antiguos pueblos que habitaron la península ya cocinaban, conservaban, compartían y ritualizaban la comida.
Hoy nos detenemos en ese periodo casi olvidado: la cocina prerromana en la península ibérica.
Desde la Prehistoria hasta la Edad del Bronce
Durante miles de años, la subsistencia se basó en la caza, la pesca y la recolección: frutos silvestres, raíces, setas, huevos y carne de caza mayor y menor. Con el paso al Neolítico, la revolución agrícola introdujo el cultivo del trigo, la cebada y las legumbres, así como la domesticación de ovejas, cabras y cerdos. Esto transformó no solo la dieta, sino también la forma de vida.
Cocinaban en hornos de tierra, hervían en recipientes cerámicos y molían el grano con piedras. Aquellas primeras gachas, panes planos y carnes cocidas lentamente sobre brasas fueron los pilares de una cocina elemental, pero adaptada al medio.
Íberos, celtas y otras culturas con sabor propio
Los íberos —presentes en el sur y este— ya cultivaban cereal y olivos, recolectaban frutos secos como bellotas, y criaban cerdos. Los celtas, en el norte y oeste, eran ganaderos expertos. Su dieta incluía carne curada, lácteos, cereales y cerveza rudimentaria.
Ambas culturas usaban sal y hierbas silvestres como método de conservación y aliño. Se conocen utensilios de cocina y restos de alimentos en yacimientos como Ullastret, Numancia o el Cerro de las Cabezas. Aunque no dejaron libros de cocina, sí dejaron cerámica con restos orgánicos, herramientas y formas de vida que nos cuentan mucho.
Comer es cultura: comercio y contacto
En la Edad del Hierro, los contactos con fenicios, griegos y cartagineses introdujeron el vino, el aceite de oliva, nuevas frutas y especias. No fue una sustitución, sino un enriquecimiento: los pueblos prerromanos adaptaron y reinterpretaron estos ingredientes a su manera.
Las ánforas, los restos de comercio marítimo y los hallazgos arqueológicos nos muestran que los sabores del Mediterráneo ya estaban presentes en las mesas prerromanas… aunque no se parecieran aún al esplendor romano posterior.
¿Cómo sabemos todo esto?
La arqueología ha sido la principal fuente. A falta de recetas escritas, los hornos, molinos, semillas, huesos y vasijas hablan. También los estudios etnográficos comparativos y los primeros textos griegos y latinos que describieron a estos pueblos.
Bibliografía clave para profundizar:
- Mojica Legarre, J.M. Historia de la cocina mediterránea desde la Prehistoria hasta Auguste Escoffier (Academia.edu)
- Martínez Llopis, M. Historia de la gastronomía española (Alianza Editorial, 1989)
- Luján, N. Historia de la gastronomía española
- Blog de Didáctica del Patrimonio Cultural: “La cocina de los pueblos prerromanos de España”
¿Y qué nos queda hoy?
Más de lo que parece. Algunas elaboraciones como las gachas, la recolección de setas, el uso de bellotas o la cocción lenta en barro todavía sobreviven en ciertas zonas rurales. La dieta mediterránea no nació con los romanos, sino que se fue formando, bocado a bocado, mucho antes.
Próxima parada: la Hispania romana
Ahí sí, hablaremos de garum, panes de Pompeya y banquetes en domus. Pero no queríamos llegar sin antes rendir homenaje a quienes cocinaban ya mucho antes, sin dejar huella escrita pero sí sabores eternos.
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