El Rívoli 1907
Un refinado pastel de pastelería francesa que combina el sabor tostado de la avellana con chocolate, miel y cremas de manteca y praliné. Esta delicia, llamada "El Rívoli", debe su nombre al espíritu elegante de los salones parisinos. Se sirve glaseado y bien frío, ideal para ocasiones especiales.
Fuente: Revista “El Gorro Blanco”, Nº 10, 1907
Autor: G. Labbé
A comienzos del siglo XX, la influencia francesa marcaba tendencia en la alta pastelería europea. “El Rívoli” es una creación atribuida a G. Labbé, autor culinario de referencia, que combina técnica refinada y sabores intensos. Este pastel se elaboraba en confiterías de prestigio, con avellanas, miel, cacao y un delicado equilibrio de texturas.
Este postre está formado por discos de merengue con frutos secos (succès), intercalados con cremas: una de manteca y otra de chocolate praliné. Finalmente, se cubre con más crema y se glasea con chocolate fundido a baja temperatura. Es una pieza de pastelería compleja pero espectacular, con fuerte herencia francesa, perfecta para fiestas y banquetes elegantes.
Tiempo estimado: 90 minutos + reposo
Dificultad: Alta
🍃 Ingredientes:
| Ingrediente | Cantidad |
| ● | Avellanas tostadas y peladas | 200 g |
| ● | Azúcar glas | 200 g |
| ● | Fécula de patata (o maicena) | 30 g |
| ● | Vainilla | 1 cucharadita |
| ● | Claras de huevo | 8 unidades |
| ● | Cacao puro en polvo | 50 g |
| ● | Miel | 40 g |
| ● | Bicarbonato sódico | 2 g (½ cucharadita) |
| ● | Crema de manteca | Para rellenar y cubrir |
| ● | Crema de chocolate praliné | Para rellenar |
| ● | Glasa de chocolate | Para cubrir |
🧾 Instrucciones paso a paso:
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1
Tritura finamente las avellanas junto con el azúcar glas en un molinillo o procesador de alimentos hasta obtener un polvo fino, homogéneo y seco, parecido a la textura de la harina de almendra. Añade la fécula de patata y la vainilla, mezclando con una espátula o cuchara grande para distribuir los ingredientes secos de forma uniforme. Este paso es importante para que la base del pastel quede ligera y bien aireada.
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2
Monta las claras de huevo a punto de nieve firme, de modo que al levantar la varilla formen picos. Incorpora con movimientos envolventes a la mezcla seca para no perder el aire. Agrega después el cacao previamente fundido con la miel templada (esto le dará brillo y humedad a la masa). Por último, añade el bicarbonato y mezcla hasta conseguir una textura esponjosa y homogénea, sin sobrebatir para conservar el volumen.
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3
Pasa la masa a una manga pastelera con boquilla lisa y ancha. Sobre bandejas engrasadas o cubiertas con papel manteca, forma discos redondos y parejos de aproximadamente 1 cm de grosor. Intenta que tengan el mismo tamaño para un montaje uniforme. Hornea en un horno precalentado a temperatura media (175–180 °C) durante unos 15–20 minutos, hasta que los discos estén cocidos, firmes y ligeramente dorados por los bordes. Deja enfriar completamente sobre rejilla para conservar su textura crujiente por fuera y tierna por dentro.
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4
Una vez fríos los discos, comienza el montaje del pastel: coloca uno como base y extiende una capa uniforme de crema de manteca con una espátula. Coloca el siguiente disco y cubre con la crema de chocolate praliné. Alterna ambas cremas entre cada capa de merengue, presionando suavemente para que se asienten sin romperlas. Cubre toda la superficie y los bordes con la crema de manteca restante, alisando bien para lograr un acabado elegante y parejo.
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5
Glasea todo el pastel vertiendo el chocolate fundido a baja temperatura directamente en el centro y extendiéndolo con una espátula o cuchillo largo para cubrir toda la superficie de manera uniforme. La capa debe ser fina para que no opaque los sabores interiores y conserve su brillo. Deja enfriar el pastel en la nevera al menos 2 horas (o toda la noche si es posible) para que las capas se asienten y el glaseado adquiera una textura lisa y firme. Sirve bien frío para disfrutar de su contraste entre cremoso y crujiente.
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